Las colillas de cigarrillos son un residuo muy contaminante, pues están hechas de monoacetato, un material derivado del petroleo que no es biodegradable y tarda 15 años en descomponerse.
La idea es no arrojar colillas a las playas, y para ello se fabricaron unos «ceniceros» que se ubican en el ingreso a la playa principal.
De esta manera, el fumador toma uno de ellos y durante su estadía en el lugar los puede utilizar. Al abandonar la playa, sólo tiene que volver a colocar el tarrito donde estaba, para que se siga utilizando.